miércoles, 16 de mayo de 2012

Dulce Iniciativa Social


     Una de las golosinas más conocidas en todo el mundo, en sus diversas presentaciones: untuoso en un bombón, caliente como bebida, dulce, salado e incluso picante. Pocos resisten al gusto de saborear alguna preparación a base de chocolate. No fue sino hasta mediados del siglo XVI que los preciados granos de cacao invadieron el mercado europeo, los tonos amargos del tesoro descubierto en el nuevo mundo no convencían a los conquistadores, pero luego de mezclarlo con azúcar y algo de vainilla su mercado creció inmediatamente.
     Venezuela no se quedó atrás durante este proceso, como relata José Vicente Franceschi en su texto La importancia histórica del cacao criollo en el mundo, aunque las primeras experiencias con el fruto fueron poco agradables, la opinión cambiaría con “el descubrimiento de abundantes cacaos criollos en Venezuela con sabores de nueces, de baja astringencia y amargor”. Pues los perfiles sensoriales de los -hasta ahora descubiertos- 28 tipos de cacaos nacionales muestran una extensa paleta de notas delicadas con exóticos aromas. 
     El fruto del cacaotero pasa por un minucioso proceso hasta llegar a la mesa donde será templado el chocolate, pero como comenta la periodista Sasha Correa: “En Venezuela, el cacao se transforma en mucho más que chocolate, esta fina materia prima puede servir como motor social”. No sólo el comensal que deleita el producto final se beneficia con las bondades del fruto, todas las manos involucradas desde que la vaina es desprendida del árbol forman parte de una cultura que, propiamente encaminada, puede ser un elemento eficiente de transformación social. 

Rico proceso
     Cuando Rubén Darío Carrero asume la Gerencia de Atención Integral del Fondo Social de la Gobernación de Mirada entendió la importancia de la capacitación para el crecimiento. Carrero relata que según su experiencia “dar una nevera o un colchón no resuelve nada si no hay sentido de pertenencia, a veces vamos a las comunidades y tratamos de cubrir sus necesidades básicas y ellos ni saben por qué, pero cuando les enseñas y se sienten comprometidos con ellos mismos, entonces salen adelante”, bajo esa filosofía encontraron en Barlovento una oportunidad apoyada por entusiastas del cacao. Como explica Carrero: “los barloventeños son de bajos recursos,  no pobres, en el patio tienen una fortuna en cacao pero no lo saben”.
     Tradicionalmente algunos habitantes del pueblo hacían unas rústicas y arenosas bolitas de pastas de cacao para vender a los turistas, la mayoría se conformaba con abrir el fruto y comer la membrana que recubre los granos para luego escupirlos. Por casualidad o por destino, Rubén Carrero conoció a Giovanni Conversi, chocolatero de Kakao, y se habló de la posibilidad de dictar algunos talleres en Cumbo, Barlovento, para que los habitantes pudieran aprovechar la materia que crecía en sus patios.  Carrero logró hacer el contacto con la chef María Fernanda Di Giacobbe, fundadora de Kakao, para proponerle  la iniciativa. “La gente conocía de María Fernanda y les dije que ella iba a dar los cursos aún sin confirmarlo con ella”, cuenta Carrero con picardía, “fueron catorce martes seguidos desde las 6:00 de la mañana hasta las 4:00 de la tarde encerrados dando esas clases”.
     No sólo el equipo de Kakao se sumó a la iniciativa, el proyecto Cumbo llamó a apasionados del cacao en todas las áreas, asociaciones sin fines de lucro y empresas privadas se unieron al esfuerzo. Para Di Giacobbe, este proyecto nació como un hijo, no era el primer programa social donde entrada Kakao pero sí el más grande, “uno pretende siempre que las personas a las que les estas enseñando a hacer bombones sean los mejores bomboneros del mundo, al rato te das cuenta de que de verdad,  lo más importante sería que las personas sean independientes económicamente”, explica la chef. 

Tragos amargos
     Aunque Cumbo empezó con buen pie, no faltaron las complicaciones. Di Giacobbe se lamenta: “Estamos empeñados en  hacer un producto del primer mundo para un lugar que no tiene la estructura del primer mundo”. La capacitación no consistía sólo en un las clases, el plan era hacerle el seguimiento a los nuevos chocolateros y apoyarlos en el emprendimiento de sus productos. “Te das cuenta que es muy difícil porque comparas todo lo que se esta dando en clases y llegas al lugar a donde la gente va a trabajar y no hay luz, no hay agua o no hay transporte”, dice. Pero a pesar de esto la maestra de los bombones sigue ilusionada con la iniciativa, “lo que nos hace dormir felices es cuando vemos que en un taller algunos comienzan a hacer cosas por encargo, hacen bombones o postres con chocolate y empiezan a cambiar su sistema  de vida, empiezan a comprar moldes y a ser más reconocidos dentro de su entorno”.
     No todos los problemas se le pueden atribuir a la falta de cultura. Las continuas lluvias seguidas por inundaciones afectaron seriamente la región de Barlovento, cosechas se perdieron, las vías de comunicación terminaron casi intransitables y la infraestructura se debilitó, pero esto no logró parar Cumbo sino tan sólo retrasarlo, aunque para ese momento la iniciativa había hecho metástasis. Como ilustra Sasha Correa: “El estado Miranda llena sus venas con chocolate”, los Altos Mirandinos no se quedaron atrás, los cuentos sobre los cursos del chocolate se habían regado y en La Laguneta de Montaña también querían aprender. La apertura del Laboratorio de Bombonería y Dulces Criollos “La Montaña” fue la respuesta a esa petición. Como dice María Fernanda Di Giacobbe: “Cumbo va lento, a diferencia de los Altos Mirandinos que va muy rápido. El trabajo que hemos hecho con la Gobernación de Miranda es constante, tan bonito que tiene inercia propia, ya yo no voy”.
     Diferentes entidades gubernamentales que apoyan estas iniciativas han logrado asociarse con quienes apoyen estos planes, sin embargo, los recursos no sobran. El actual Laboratorio de “La Montaña” fue un centro de acopio abandonado por seis años. Correa indica: “Resucitaron el lugar entre todos: unos pintaban, otros limpiaban el monte, alguien aportó una licuadora y hasta una nevera consiguieron –la guardan en el baño para que nadie se la robe”.
     Concientes de que hay fallas que atender, y de las limitaciones que la realidad nacional conllevan, los proyectos de este tipo se han ido multiplicando. No sólo la Gobernación de Miranda presenta la posibilidad de estudiar chocolatería, la Alcaldía de Chacao también ha tenido gratas experiencias impartiendo cursos, así como tantas otras instituciones gubernamentales o no. La Escuela de Chocolatería Cacao Real en Guatire es un centro educacional privado que se mantiene abierta a la comunidad, sobre todo a las escuela primaria y secundaria de la zona. A través de un concurso para los conocedores del arte del rico chocolate atraen a cualquier interesado a visitar las instalaciones. El mundo del dulcero se ha mantenido unido, concientes de la importancia de una sana competencia se prestan recursos en pro de la cultura de la oscura golosina. Carrero comenta con orgullo: “Hemos ido con el equipo a Monagas, ellos son muy organizados y ahí se produce muy buen cacao así que les interesó la idea desde que la escucharon”.
     La fiebre del chocolate se propaga pero hay otro obstáculo en el camino, la falta de materia prima preocupa a los que buscan los materiales para enseñar. Chocolates El Rey contribuye con barras para los fines pedagógicos pero el ingrediente principal escasea y la gran mayoría de la producción nacional va destinada al exterior.

Preciado grano
     Como los Oompa-Loompas atraídos a la fábrica de Willy Wonka por su adoración al cacao, la comunidad internacional paga por los granos que aún ni han sido sembrados. Sasha Correa se emociona con los resultados de las últimas investigaciones: “Hay evidencias que nos llevan a pensar que el cacaotero pudiese ser de origen venezolano, cuando otros países americanos tienen cinco o seis tipos de cacaos criollos ya nosotros hemos descubierto 28 especies nacionales”.
     Di Giacobbe comenta con humor: “Todo el cacao venezolano es orgánico por tradición, no por convicción, a veces la manera que encuentro con el cacao en Venezuela es lo que pasa con el turismo, como no lo hemos hecho bien, nuestras playas todavía son vírgenes”. En un tope de producción cada hectárea debería producir una tonelada al año, se entiende la escasez de los granos al ver que las cifras indican que se producen entre 200 y 300 kilos por hectárea en un promedio nacional.
“Los productores de cacao pueden mejorar su producción y con ello mejorar sus ingresos y adicionalmente pueden acceder a nuevas formas de financiamiento a través de su producto”, explica Alejandro Luy, “el papel de la Fundación Tierra Viva es dar herramientas para que produzcan más y de mejor calidad”.
      El informe Aportes de las ONG Ambientales al Desarrollo Sustentable de Venezuela, realizado por el Proyecto Redes Ambientales describe: “Las ONG ambientales de Venezuela son un grupo heterogéneo de iniciativas privadas, sin fines de lucro, que han contribuido a la gestión ambiental a través de la ejecución de proyectos de investigación, conservación, divulgación y manejo sustentable, tanto en áreas rurales como urbanas. Sin embargo, los aportes de estas organizaciones al desarrollo sustentable del país son poco conocidos”.
     Estos fundaciones se esfuerzan por cambiar los métodos de producción aprovechando el conocimiento legado por la experiencia de otros países para que este cambio en el proceso no afecte las cualidades de la materia prima. Aprender de los errores es la frase que repite Di Giacobbe cuando se refiere a la historia cacaotera de países como Ecuador y Perú, “sobre todo ecuador que cortó parte de sus varietales criollas para sembrar cacaoteros más productivos”. La información de la materia ya existen pero para ponerlos en práctica se necesita más que solo aportes económicos.
     La siembra de la planta es solo el primer paso de una extensa cadena, la Chef explica: “Cuando hablamos de mejorar esas técnicas es tan sencillo como que el grano se seque en patios de secado construidos para eso y no en cualquier lugar”. Los bordes de las carreteras y los lechos de la basura son lugares comunes para extender las semillas al sol. “El drama no es sólo sembrarlo sino vigilarlo, yo creo que es un tema de interés nacional”.
     La problemática de la producción se ve agrandada por la falta de iniciativa en la inversión que produce la poca protección a las empresas que se siente en el clima nacional, pero esto, aunque frena el proceso, no para los impulsos por propagar el conocimiento de la chocolatería y dar a las comunidades menos privilegiadas herramientas para su autosustentabilidad. 

Un baño de chocolate mejora todo
     En la Feria del día de las madres del Centro Comercial Ciudad Tamanaco la señora América Arrieta se emociona por poder vender sus dulces en el puesto destinado a la Gobernación de Miranda. Trufitas de chocolate, conservas de coco con chocolate, té de cacao,  una variedad de postres que resultan de la fusión de la dulcería criolla y las técnicas aprendidas en los cursos de capacitación llenan la mesa decorada con pequeños lazos y cestas de mimbre. “Claro que estoy contenta, cuando uno aprende que puede gastar 100 bolívares y ganar 200 o 300 y comprar cosas para la casa uno se alegra”, dice América sin alejar su ojo de la mesa “porcia y viene alguien a comprar”.
     La puerta está abierta a todos, jóvenes, ancianos, mujeres, hombres, pero un grupo en específico se vio más interesado. Casi la totalidad de los diversos cursos impartidos a nivel nacional han sido para mujeres, amas de casa que entendieron que pueden aportar y salir adelante con iniciativa y esfuerzo. El caso de Carmen de Lozada no es el típico, una mujer profesional, había estudiado administración y trabajado en su área. Cuando se enteró de los cursos de bombonería de la Alcaldía de Chacao corrió a inscribirse, aunque le advirtieron que probablemente no era para ella. Hoy está en proceso de sacar su marca e innova con la oferta, “en diciembre el éxito eran los bombones de mango picante pero últimamente todo el mundo quiere los de limón”. Agradecida por las herramientas que recibió ahora ella misma imparte cursos.
     La señora Carmen no es la única que pasó de se ser alumna a profesora. Rubén Darío Carrero declara: “Nos lanzamos a la calle con estas mujeres y ellas con un temor de ser multiplicadoras del proyecto pero cuando vieron que otras mujeres aprendían de ellas se formó una red y hemos transformado a más de mil mujeres”. Si cada capacitadora logra pasar sus conocimientos a diez compañeras y cada una de ellas a su vez repite eso el proyecto no muere.
     Los resultados son concretos, pequeñas marcas de dulces artesanales se ven cada vez más en las ferias, los bazares y las fiestas de quienes los encargan. El gran encuentro de chocolateros Cioccolatò en Torino recibió en su edición de este año con alfombra roja a un grupo de venezolanos capacitados por estos proyectos sociales. El grupo de mujeres emprendedoras que logran aportar recursos a sus casas va en aumento. La idea de utilizar el cacao, uno de nuestros bienes más preciados, como elemento de transformación social para poder mejorar la vida de los habitantes de comunidades menos privilegiadas ha logrado un cambio en la vida de personas, que al final era la meta planteada.
     El impulso no se detiene ahí, inspirados por el curso que ha tomado el mundo chocolatero los soñadores aumentan los estándares. María Fernanda Di Giacobbe no considera una utopía explotar al máximo la capacidad del país para producir no sólo mayor cantidad de la mejor calidad posible de cacao sino dejar de ser un Estado exportador de materia prima para convertirnos en punto de referencia de excelente chocolate.  


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La periodista María Teresa Alvarado se entregó a la labor de documentar los avances del Laboratorio de Bombonería y Dulces Criollos "La Montaña" en los Altos Mirandinos para su portal El Tercer Ojo Verde